El turismo sexual infantil es una de las formas más graves de explotación sexual comercial de menores. Implica el abuso sexual por parte de adultos a cambio de dinero, bienes o favores, y afecta de manera devastadora a niños, niñas y adolescentes, especialmente en contextos de trata y prostitución organizada. Este fenómeno se ha internacionalizado, con víctimas trasladadas a países distintos al propio para dificultar su identificación y protección.
Turismo sexual infantil y explotación comercial: cómo operan las redes
La explotación sexual infantil ocurre cuando un adulto mantiene relaciones sexuales con un menor a cambio de compensación económica, material o de otro tipo. En estos casos, el menor es reducido a un activo sexual o comercial. Esta violencia afecta tanto a víctimas locales como extranjeras y suele desarrollarse en entornos invisibilizados, como pisos o clubes.
Los menores explotados, generalmente entre los 14 y 17 años, son tratados como mercancía de alto valor para redes criminales. A diferencia de drogas o armas, un menor puede ser abusado múltiples veces y revendido entre tratantes, generando beneficios continuos para sus explotadores.
La producción y circulación de material audiovisual —vídeos y fotografías— es otra dimensión de esta explotación. Para evitar la identificación, estas imágenes suelen venderse en países diferentes al de origen de la víctima, dificultando la acción de las autoridades.
Métodos de turismo sexual infantil: captación, retención y tráfico
Los grupos de proxenetas y pederastas dedicados a la prostitución infantil emplean métodos sistemáticos:
- Captación y rapto: reclutan menores en barrios marginales o zonas empobrecidas, a menudo prometiéndoles trabajo, protección o ayuda económica.
- Retención y control: una vez captados, los menores son confinados en apartamentos o clubes. Sufren violencia física, abuso psicológico y amenazas constantes, lo que asegura su silencio incluso tras detenciones policiales.
- Venta internacional: muchos menores son trasladados a otros países, alejándolos de su entorno y aumentando su dependencia del proxeneta o cliente. Esta estrategia busca eludir controles legales y facilitar la impunidad.
Perfil del turista sexual esporádico: la cara invisible del abuso
Un aspecto preocupante del turismo sexual infantil es el consumidor “esporádico”: personas que, sin buscar intencionadamente explotar menores, acceden a mantener relaciones sexuales con niños/as si se les presenta la oportunidad.
Se estima que más de 40.000 viajeros españoles al año han tenido contacto sexual con menores en el extranjero. No todos se consideran agresores. Muchos justifican sus actos con creencias como: “estoy en un país distinto”, “nadie me conoce”, o “esto es algo exótico”.
En ocasiones, el proceso implica inducción prolongada: el agresor se gana la confianza del menor antes de explotarlo sexualmente. En otras, accede al menor a través de intermediarios que lo controlan y lucran con su explotación.
Turismo sexual infantil y desarraigo: alejar a la víctima como estrategia
El alejamiento del menor de su entorno social y cultural es clave en las redes de trata. Muchos niños y adolescentes son llevados a ciudades lejanas o incluso a otros países con el único propósito de ser explotados sexualmente.
Este traslado tiene tres finalidades principales:
- Aumentar la vulnerabilidad psicológica del menor.
- Impedir que busque ayuda o se comunique con su entorno de origen.
- Generar dependencia total respecto a quien lo explota.
El estatus migratorio irregular de la víctima, las promesas de una vida mejor o la carencia de alternativas refuerzan su sometimiento.
Conclusión
El turismo sexual infantil es un fenómeno criminal complejo que mezcla abuso, trata, proxenetismo y explotación comercial. Sus consecuencias sobre la salud mental de las víctimas son devastadoras. Como profesionales de la psicología forense, debemos seguir visibilizando estas realidades y promoviendo respuestas coordinadas entre justicia, salud mental y cooperación internacional.
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