Cuando el conflicto se convierte en un entorno
El conflicto interparental prolongado es uno de los escenarios más complejos en la evaluación de custodia desde la psicología forense. A diferencia de las discrepancias puntuales, este tipo de conflicto se caracteriza por su persistencia, escalada emocional y deterioro de la comunicación, generando un clima de tensión constante que impacta directamente en los menores y en la dinámica familiar.
Desde la perspectiva forense, su análisis resulta esencial para comprender cómo las dinámicas disfuncionales entre progenitores pueden interferir en la estabilidad emocional y el desarrollo psicológico de los hijos, así como en la viabilidad de los regímenes de custodia y convivencia.
Características del conflicto interparental prolongado
Los conflictos prolongados suelen implicar una alta carga emocional, acompañada de hostilidad, desconfianza y una comunicación orientada más al enfrentamiento que a la resolución.
Entre las manifestaciones más frecuentes destacan:
- Reproches continuos o reinterpretación negativa del pasado.
- Dificultades para separar el vínculo conyugal del rol parental.
- Competencia por la legitimidad afectiva ante los hijos.
- Uso del sistema judicial como vía de confrontación.
- Deterioro progresivo del bienestar psicológico.
Estas conductas reflejan cómo el conflicto interparental por custodia puede cronificarse, transformando la dinámica familiar en un entorno de estrés sostenido y confusión afectiva para los menores.
Implicaciones clínicas en progenitores y menores
Desde el punto de vista clínico, el conflicto interparental prolongado actúa como un estresor sostenido que puede alterar el funcionamiento emocional y cognitivo de todos los implicados.
En progenitores:
- Fatiga emocional y deterioro del autocontrol.
- Polarización de la narrativa (visión “todo o nada”).
- Dificultades para mantener límites parentales consistentes.
- Baja receptividad a la mediación o intervención externa.
En menores:
- Ansiedad, miedo o sentimientos de culpa.
- Lealtades divididas y confusión afectiva.
- Problemas de conducta o somatizaciones.
- Evitación emocional como estrategia de adaptación.
El impacto clínico no depende solo de la intensidad del conflicto, sino de su duración, exposición y la capacidad de los adultos para proteger a los hijos del enfrentamiento.
Perspectiva forense: análisis del conflicto y su repercusión en la custodia
Desde la psicología forense, la evaluación del conflicto interparental tiene como objetivo valorar en qué medida las conductas de los progenitores afectan al ejercicio de la custodia y al bienestar de los menores.
El análisis debe centrarse en:
- La frecuencia e intensidad del conflicto.
- La capacidad de regulación emocional de los progenitores.
- La exposición de los menores al enfrentamiento.
- Las estrategias utilizadas para resolver o perpetuar el conflicto.
Una intervención forense adecuada busca determinar si el entorno familiar actual favorece o compromete el desarrollo psicológico infantil, estableciendo criterios técnicos que orienten las decisiones judiciales.

Criterios de evaluación pericial en contextos de conflicto prolongado
El psicólogo forense debe realizar una evaluación multifactorial, integrando:
- Entrevistas clínicas con ambos progenitores.
- Valoración del funcionamiento parental.
- Observación del vínculo padres-hijos.
- Pruebas estandarizadas sobre ajuste emocional, estrés y coparentalidad.
- Recogida de información colateral (escolar, médica, social).
Factores de riesgo y de protección en la custodia
En el contexto de conflicto interparental, los factores de riesgo incluyen:
- Alta hostilidad y comunicación coercitiva.
- Descalificación sistemática del otro progenitor.
- Negativa a cooperar o a respetar acuerdos judiciales.
- Ausencia de límites claros entre el conflicto conyugal y el parental.
Por otro lado, los factores protectores más relevantes son:
- Capacidad de autorregulación emocional.
- Priorizar las necesidades del menor sobre el conflicto.
- Apertura al diálogo y mediación.
- Reconocimiento del daño causado por la confrontación.
La combinación de ambos tipos de variables orienta la interpretación forense y la formulación de recomendaciones judiciales coherentes y equilibradas.
Consecuencias jurídicas y técnicas del conflicto prolongado
El mantenimiento del conflicto sin mecanismos de regulación puede generar riesgos de cronificación y desajuste vincular, que condicionan la decisión judicial sobre custodia, visitas o patria potestad compartida.
En algunos casos, la intervención terapéutica o mediadora se convierte en una medida necesaria antes de modificar el régimen de convivencia. En otros, la intensidad del conflicto puede justificar ajustes en las condiciones de custodia para salvaguardar la estabilidad emocional del menor.
Consideraciones éticas en la evaluación del conflicto
La neutralidad técnica y el rigor ético son pilares fundamentales en la valoración de casos de conflicto interparental prolongado. El perito debe:
- Evitar asumir un rol mediador o terapéutico.
- No interpretar emociones como indicadores de veracidad.
- Diferenciar entre conflicto recíproco y violencia unilateral.
- Fundar sus conclusiones en datos observables y verificables.
La imparcialidad no significa indiferencia, sino compromiso con la exactitud técnica y el bienestar infantil como eje de toda evaluación.
La custodia como decisión clínica y jurídica
El conflicto interparental prolongado exige una mirada interdisciplinar que combine la comprensión psicológica con la responsabilidad judicial.
El psicólogo forense actúa como traductor entre la emoción y la norma, aportando análisis basados en evidencia que permiten distinguir entre el desacuerdo propio del divorcio y la disfunción estructural que pone en riesgo el desarrollo del menor.
En definitiva, la custodia no debe entenderse como un premio o castigo, sino como una decisión clínica y jurídica orientada al bienestar psicológico y relacional de los hijos.

